Trabajar como fotógrafo de época; es mucho más que ser fotógrafo, es ser el creador de un momento mágico donde cada cliente que entra por nuestra puerta se asombra por entrar en otra época, otro mundo.
Una vez dentro, comienza un juego de complicidad con los clientes llevándolos a vivir una experiencia única que los atrape desde el primer instante siendo ellos los protagonistas de su propia historia en el tiempo.
Además, al vestirse con trajes de época auténticos y sumergirse en decorados meticulosamente recreados, su emoción es palpable. Sus risas, sus miradas de asombro y sus gestos de cariño llenan el estudio de una energía positiva muy contagiosa que nos envuelve a todos.
La satisfacción de ver a una familia reunirse, a una pareja ver revivir su pasión o un niño maravillarse al ver que podrá jugar a ser de un cowboy, entre muchos otros.
Compartir esos momentos que sabemos que marcarán un antes y un después en muchas personas de verdad tiene un valor muy incalculable.
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